Amo la música,
lo mismo el seco tambor
rítmico
o las palmas a compás
de quien carece de
instrumento;
también los labios que
acarician las notas musicales
y sus silbidos son besos al
aire.
En mis oídos, aquella
orquestina
─saxo, clarinete, trompeta y
batería─
que revestía al pueblo de
festivo
a ritmo de pasodobles
y dejaban un halo de
nostalgia tras de sí,
como vida arrancada
de su estado más apacible.
En la radio, como cantinela
repetitiva,
la sinfonía del Nuevo Mundo
de Dvořák
y alternancias de Granados
y Albéniz en los jardines de
España.
No recuerdo a Bach en
aquellos espacios publicitarios,
tampoco la simpar locura
creativa
y variada de Mozart,
salvo Eine kleine Nachtmusik.
En las tabernas, Caracol y
Marchena;
siempre una dicotomía esta
España nuestra:
lo uno y lo otro sin sumar
el todo,
sino la exclusión de la
parte por ambición del todo.
La música alimenta el alma y eleva el espíritu...Es bueno tenerla siempre cerca, recrearnos en ella y llenar la mente de ideas positivas, que nos impulsen a ver lo bueno de la vida y a vivir con ilusión.
ResponderEliminarMi abrazo y feliz fin de semana, Francisco.
Esta es mi historia personal con la música: el salón de baile de mi abuela Isabel, el flamenco de las tabernas y la música clásica en las emisoras de radio.
EliminarUn abrazo.
Desde pequeña, ya escuchaba música. Yo también la amo y soy una gran melómana.
ResponderEliminarBesos
Celebrémoslo juntos, querida amiga.
EliminarBesos.
Yo también amo la música y a un músico.
ResponderEliminarBesos
Esa personalización te delata, Arantza. ¿Quizás tu hijo?
EliminarBesos musicales.
Mi marido. Saxo
ResponderEliminarLo celebro, Arantza, la música y la pintura son las más bellas artes.
EliminarUn abrazo.