Ese cuerpo tallado con mi
mirada,
esa beldad, canon idílico;
esas líneas sinuosas,
deslizantes,
trazadas a mano alzada
y conducidas por el velo de
un ensueño,
por el hechizo ancestral
de tu luz en mis retinas
y desde entonces
inalterable,
fundida en el metal
de tu voz en mi memoria,
incólume hielo ardiente
en el que abrasarme, soñar
y enredarme de nuevo a la
coda.
El hechizo, en efecto.
ResponderEliminarCuerpo de mujer, blancas colinas...
Siempre fue un motivo grato para los poetas.
Un abrazo, Paco.
La mujer forma parte de los grandes temas de toda la literatura, Cayetano.
EliminarUn abrazo.
Este poema lo esculpiste.
ResponderEliminarUn abrazo.
Si lo ves así, Sara, es que algo bueno he logrado. Muchas gracias.
EliminarUn abrazo.
No hay duda de que tienes una mirada creativa, una letra obediente y un corazón ardie-terno. Su latido sabe parar el tiempo.
ResponderEliminarMi felicitación y mi abrazo, Francisco.
Mil gracias, María Jesús, por las dotes que me adjudicas.
EliminarUn fuerte abrazo.