Amarillea el naranjo, sus
frutos pronto en sazón,
y el castaño es una copa de
erizos suculento;
de inmediato no habrán más
hormigas
marcando ruta hacia la
alacena
y desaparecerán dejando todo
vestigio
de almacenamiento y
provisión,
en marcha ojerosa, como las mustias
hojas que diviso del parque por
la ventana
y mañana serán alfombra en
el acerado.
Así también nuestras vidas,
amor,
nos adentramos por nuestro
otoño
tratando de amoldarnos al
paso de los días,
para reconducir nuestras
vidas
que ya no volverá a ser jamás
lo que fue.
Qué dulce poesía, Francisco. Me emociona la comparación con nuestras vidas. Es tal cual y tenemos que amoldarnos al paso de los días. Por otro lado, somos afortunados al haber llegado a esta instancia. Tantas vidas son cortas y crueles. Pero no viene al caso, solamente agradecer lo que hemos logrado. Abrazo!
ResponderEliminarEl verdadero poema se logra cuando el lector le da vida, lo asimila a su manera y lo interpreta. Ahora, Sylvia, entre tú y yo, un pequeño reducto de versos que toman todo su sentido. Mil gracias.
EliminarUn abrazo.
Nos hacemos más sabios, pero ya no nos sirve enmendar nada. Lo tenemos todo hecho.
ResponderEliminarUn abrazo, Paco.
Creo que siempre es provechoso aprobar la licenciatura de la vida, Cayetano.
EliminarUn abrazo.
Es la moda, creerse que no van a envejecer, puedes engañar al espejo, pero no a tus células.
ResponderEliminarUn abrazo.
A esas no hay forma de engañarlas, Emilio. Llevo varias horas tratando de imponerme y siempre se salen ellas con la suya.
EliminarUn abrazo.
Vamos de la mano con la naturaleza, ella nos va marcando el paso y ojalá que también nos marcara el espíritu con sus valores.
ResponderEliminarMi abrazo, Francisco.
Ese es el deseo, María Jesús. Hace falta manifestarlo, exponerlo, denunciar las atrocidades y tratar de corregir.
EliminarUn abrazo.