Mientras me atusaba el pelo
y perfilaba la barba, te busqué
en las huellas del espejo mustio de los días,
ese que guardo con celo
en el memorial recóndito de mi retentiva;
sólo encontré una mueca sin respuesta
que ni siquiera tenía tu acento.
En mis ojos vi la cotidianeidad azarosa
de los días aplicando su huella cansina;
me miré de nuevo
repasando el brillo de tus ojos en mi nebulosa,
hasta que centelleó en mi interior tu luz incólume,
para descubrir el grito callado que lubrifica tu alma
y acentúa tu mirada de eterna espera.
Nos acomodamos en la ribera de nuestras vidas,
─ensoñación apasionada─
y supe, supimos con certeza,
que habíamos descubierto el paraíso
de tú en mí y yo en ti.
que guapo hombres asi no existen en la realidad
ResponderEliminar¡Qué bien, al medo te he dado un alegrón a la vista!
Eliminarel poema es bello también
ResponderEliminarBello, pero en segundo orden, porque el guapo es el guapo. Ja, ja, ja, ja...
EliminarUn abrazo.
Todos nos miramos, queriendo encontrar la herencia y el rasgo entrañable, que llevamos en el corazón y que nos acompaña siempre desde el cielo.
ResponderEliminarMi abrazo y mi ánimo.
Esa es la clave, María Jesús.
EliminarUn abrazo.