Por el prado, las primeras
luces del día
y en la nebulosa de mis
pensamientos
su imagen virginal y la
ensoñación
de su cuerpo iluminado que
el candor ignora.
Se acentúa la luz y confirma
la plenitud radial por el
horizonte;
ahora ya es visible el regato,
cuyo cántico se hace más
perceptible;
una bandada de pájaros se
ejercitan
en vuelos rasantes y un
pequeño ejército
de bocas ponzoñosas se
abrigan en el avispero.
De manera anónima, se
pierden las criaturas
de la noche y despiertan a
la vida los que dormían;
de las madrigueras renacen
bostezos de hambre
y un nuevo asecho sucede
al de los serenos vigilantes
de lo dormido.
Toma vida el color y la
hierba húmeda
comparte acomodo con un
arrebato de color,
antes desapercibido que
ilumina la floresta.
Alumbra el nuevo día y se
hace visible la vida
como si antes durmiera a la
luz de la luna.
Aquí todavía no amaneció. Un azul tímidamente cárdeno apunta al fondo de la ventana. Dada la situación en la que se encuentra Sevilla es también del todo imposible que este poema sea una descripción del momento actual. Para el poeta, el amanecer es un deseo que se hará realidad según avancen las horas.
ResponderEliminarUn abrazo, Paco.
El poeta puede ser que escriba en tiempo real, que tampoco, pero lo que no suele suceder es que publique en tiempo real. Es más, de lo que trata es de subvertir lo real y crear una realidad paralela. ¿Te imaginas tener que hablar del filibusterismo parlamentario? No. La Naturaleza ofrece panorámicas mucho más atractivas, querido amigo Cayetano.
EliminarUn abrazo.
Qué descripción maravillosa. El ojo del poeta es como el del pintor, solo que escribe en vez de pintar lo que ve y siente en el amanecer. Precioso. Beso
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