26 octubre 2018

DIOSA




Bajo la melena de cereal
mecida por el viento,
unas margaritas son diadema en su cabeza
y en las comisuras de sus labios
un panal empapado de deseo
se asoma a su boca
─granada abierta─
inaugurando la mañana
con sones de alegre marcha encendida.

En el mar de sus ojos,
el azul del cielo destila privilegios
con los que sentirse señalada
y un corpiño ciñe sus exuberancias
como elevaciones indiscretas que se asoman
a un precipicio.

Lleva la cintura ceñida por un abrazo de cuero
del que vierte, ampulosa,
la vestidura talar que se hace tobillera
antes de llegar al suelo
sobre el que camina descalza,
de puntillas, como quien sobrenada vaporosa
sin dejar huellas.

4 comentarios:

  1. Una religión que tiene cierto atractivo.
    Un abrazo, Paco.

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  2. Ciertamente etéreo como la musa inspiradora de la foto. Saludos.

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  3. ¡Hermoso! Siempre hacer sonreír de satisfacción a las musas. Es más, hacen fila a tu puerta para ser tocadas por tu pluma.
    Un abrazo.

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