Si viniera la paz silenciando
el murmullo del miedo,
como acalla el pan
el llanto de un niño que tiene hambre;
si todo el resplandor que iluminara la noche,
si todas las ráfagas
fueran las diademas de los ángeles,
y la luna y las estrellas
como decorado permanente;
si todos nos empeñáramos
en respetar, para que nos respeten,
en tender la mano,
en vez de desenvainar viles intenciones;
si hubiéramos descubierto
que mi felicidad está en manos del otro,
y viceversa,
firmarían los estados
un Tratado de Paz Universal,
y conoceríamos el significado
de lo trascendente.

Tu poema es más que un poema, es una oración que asciende al universo y es bendecida...Nada es en vano, todo tiene su sentido y su respuesta...Me uno a tu plegaria y confiemos en que se vaya hilando la paz, tan necesaria, Francisco.
ResponderEliminarMuchas gracias, María Jesús, por leer siempre un poco más allá de la página. Un fuerte abrazo.
Eliminar