Vadeando el río en sentido inverso
del discurrir del agua.
Una formación de juncos
montando guardia a ambas orillas
y adelfas de llamativos colores
iluminando el paisaje.
Una sutil mariposa,
la levedad de lunares y colores,
se posa sobre una rama
maliciando de la rana
que toma el sol sobre una laja.
Cuando mi mirada pasó a ser sospecha,
brincó y desapareció en la corriente.
Un indefinido número
de ágiles pececillos se deslizaban
como niños en la nieve o el barro;
en el remanso de una charca,
a escasa distancia, una cascada
como barítono que se desgañita,
un salto en caída libre
con música orquestal
y agitación de burbujas en caída libre,
aspas inexistentes
que giran en la imaginación
la mole de piedra que muele el grano.
Arriba, junto al precipitado,
un almendro, un cielo de flores blancas
y entre sus ramas un nido abandonado:
un paisaje idílico
en la memoria de la juventud.

Tal vez la naturaleza guarde los ecos del pasado, uniendo memoria y vida.
ResponderEliminarSAludos.
Es muy posible que así sea, en especial si lo imaginas y soplas en esa dirección.
EliminarUn abrazo.