El ser humano
no es el centro de gravedad,
el eje en torno al que gira todo
como pequeña migaja del Todo.
Ser insignificante
descubre el sitio exacto
que ocupas en el gran cosmos;
ya no es un proyecto de futuro,
ni una promesa,
sino toda una realidad.
No es el rey de la creación,
pero se percata
que el mundo no está a su servicio,
que tan solo es una expresión más
de la vida inteligente,
una de las infinitas partículas
que luchan por hacer realidad sus anhelos.
El hombre maduro se da cuenta de
que no es necesaria su existencia,
que podría no haber sido
y que dejará de existir,
pero existe.
La ancianidad, epílogo de la madurez,
es el resultado de todo un largo proceso,
pasando por etapas pueriles,
otras de adolescencia, y todo ello,
conforma y modela el estado de madurez.
No hay comentarios:
Publicar un comentario