Es verdad,
se te ha desdibujado el talle,
pero no así la galanura
ni la transversalidad de tu sonrisa
y el cofre que trasciende
de lo recóndito de tu ser.
Las lomas de tu cordillera han sufrido
la erosión del paso del tiempo,
mas sigue siendo aguerrida batalla de deseo
y frontera de tu sutil intimidad.
Tu mirada ha perdido
cierto brillo, algo de chispa y vivacidad,
aunque sigue apuntando al mismísimo Edén
bajo el pastoreo de tus atenciones
y la exquisitez de tus parpadeos.
Tu cabellera, con el mismo brillo de antaño
y la fragancia que destila,
se ha revestido de jazmines,
se ha coloreado de gris perla
sumando una nueva delicadeza
a cuanto de ti atesoro.
No es cierto que las evoluciones
sean siempre negativas,
en tu caso es dimensión de cualidades,
fragancia que me somete
después de este largo tiempo
de gozos y sombras.

Seguimos descendiendo del mono. Y de la mona.
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