A ti que conoces el perfil
de cada una de las palabras,
así como la profundidad
y el calado de cada acento;
a ti que te deleitas
con el color y el aroma
de cada nota musical,
del piar de la golondrina en el alero,
de la estridencia chillona del bebé
que llora y ríe a un tiempo;
a ti que degustas el sabor
de cada uno de los frutos,
de su dulzor o su acidez,
de la armonía de la flor
que se abre al alba
y se entorna sobre sí misma
por el quebradero del atardecer;
a ti te digo, escucha atentamente:
pon tus ojos, tu oído, tu paladar
y todo tu entendimiento
en el distinto, en el desfavorecido,
en el emigrante y en los excluidos,
en todos aquellos que se salen de la norma
y canta las bellezas de sus anomalías,
para que todos miremos con amor
a las disonancías del diferente,
y derribemos tales divergencias
con la misma ternura que ponemos
al acariciar o regocijarnos con lo que nos deleita.
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