Entre la tarde de tonos pálidos
y la noche con rumores de alerta,
la mirada inocente que se enturbia
y hasta se solivianta por casi todo.
La inocencia es dócil al engaño,
pero también tiene los brazos apaisados
para recibir estrechamente todas las novedades,
capaz de hacerse un chal o un tocado
y convertir en festiva cualquier ocasión.
La inocencia, mientras se mantiene
en su talla, todavía no adulta,
cierto que ocasiona algunas sorpresas,
pero muy especialmente, regalos ostentosos.