“Yo voy andando caminos”,
callejeando la ciudad y abriendo la mañana
de este nuevo día que se despereza,
me cruzo con gente anónima
que me ignoran y ni intercambian una mirada.
De vez en cuando un gesto,
un par de vocablos ininteligibles;
un carraspeo, un movimiento de cabeza
y me siento saludado.
Los naranjos iluminan el verde de las copas
con una pródiga cosecha
y el suelo acusa el viento de la noche pasada
pintando el suelo con brochazos anaranjados.
La brisa trae el aroma del río,
también la quietud y la calma,
y la planicie de las aguas que se derraman
camino de la mar,
un último trecho remansado y titubeante
que a veces baja y otras sube,
según la musicalidad de la mar.
En las avenidas el fulgor de las prisas
y la aceleración por la quema de combustible,
cada quien afanado en sus tareas:
un sin fin de individualidades al unísono.
Muy buen poema, es como una pintura, algo que se puede dibujar, este tipo de poemas son los que más me gustan.
ResponderEliminarSaludos
Muchísimas gracias, Francesc.
EliminarUn abrazo.
excelente poema, muy cinematográfico, cada frase se dibujaba en mi mente la escena
ResponderEliminarsaludos
Muchas gracias, Carlos.
EliminarUn abrazo.
Pues sí, un pintor de palabras y un descriptor de atmósferas visuales, es decir, un director de fotografía.
ResponderEliminar🌹
Me concedes mucho más de lo soñado, Merche.
EliminarUn abrazo.
Lo has pintado precioso.
ResponderEliminarTe felicito.
Muchísimas gracias, Tracy.
EliminarUn abrazo.
Cada cual con su afán...Y el poeta atento, vislumbrando y cantando la vida, como debe ser, Francisco...Mi enhorabuena por el detallismo, amigo.
ResponderEliminarMi abrazo entrañable.