En la noche son más perceptible
los movimientos taimados.
El río es un oscuro espejo
que nos devuelve las luces de la ciudad,
aunque no nos habla de sus indecisiones.
Parece insomne, siempre alerta,
pero sin la menor estridencia
ni alarma alguna.
A veces va y otras viene,
pero nunca con alardes,
como si no quisiera hacerse notar
siendo la arteria que da vida,
que dulcifica las sombras y subraya las luces.
Parece gozar este tránsito de paz
que le lleva a dejar de ser
y asumir su punto salobre llegado el momento.
Llega aquí de las torrenteras de más arriba
y en la ciudad se remansa enseñoreándose
y disfrutando de su paseo fluvial,
a veces con una sonrisa
y otras sin el menor aspaviento,
mas siempre pudoroso.
Por muchos ignorado, por otros ponderado,
pero siempre, siempre, siempre,
columna vertebral del ayer y del hoy
por días sin término.
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