La estampa del patio al fondo de la casa,
como el lugar más entrañable y divertido,
fuera del hogar donde ardía la leña
y en sus arboladas lenguas de fuego
y en sus ascuas, la imaginación
haciendo bucles de humo y cuentos.
Todo un escuadrón de macetas
y de muy surtida variedad de plantas;
el suelo empedrado de cantos rodados
y, cubriéndolo todo, una parra vigorosa
de dulce sombra y deleitosa uva negra.
Al otro lado de la tapia, el huerto,
y asomándose curioso, el limonero
en cordial competencia con el jazmín:
un reñido duelo de aromas y sabores.
Era la niñez. Mi niñez y el tiempo ocioso
de los abuelos. Era la gozosa ternura
y este sello indeleble que se me estampó
en el santasantórum de mis recuerdos.
Viejos recuerdos que tú los conviertes en vivencias actuales y los regalas a quien te le leemos. Un abrazo
ResponderEliminar¡Qué felicidad el reencuentro contigo, Chelo! Mis mejores deseos y ánimos para ti y tu familia.
EliminarUn fuerte abrazo.
Una preciosidad, Francisco...Una niñez inolvidable en plena naturaleza y con los abuelos...qué más se podía pedir...Recuerdos, que siguen siendo vivencias. La vida no es el tiempo vivido, sino el sentido de verdad, amigo.
ResponderEliminarMi abrazo entrañable y admirado.