24 febrero 2025

LATITUD NORTE

 




Cruzar del sur más sur

-con pocos años-

al norte fronterizo y con lengua propia,

además de un refinado gusto por la cocina,

parecía un despertar saciante

de los sentidos,

esos que jamás se encuentran completamente llenos.


En el sur los días y las noches son más transparentes

y los cielos se asoman a los sueños

con el vértigo de otras galaxias merodeando

allá por el infinito;

pero allí las colinas se tiñen

de un verde permanente

y el sol es atemperado y no ciega,

sino que juega al escondite

sin que por ello afecte a la función clorofílica.


No hay vez, no hay turno, tampoco regadío,

pero sí una ducha casi imperceptible,

a la que llaman “txirimiri”,

y cuya armonía es música celeste

y arrullo que acuna a las tierras dormidas.


Allí me aguardaba el fiero mar de Ignacio Aldecoa,

las playas interminables y las mareas

que se ocupaban de acotarlas,

de comprimirlas o de extenderlas;

en suma, una aproximación en latitud norte

que me mostró un mundo desconocido

e igualmente entrañable.

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