En el paseo, la esbeltez
arbórea
es competencia visual
y oblación sin sacrificios
que aúpa la mirada a las
alturas
hasta empequeñecernos.
Todo es solemne,
si miramos hacia el ángulo
adecuado,
y también altivez sin
arrogancia.
La brisa peina con ondas
la superficie del río
y se enreda en el follaje
con musicalidad
verdiblanca.
Miro a lo lejano y se
jalonan
los puntos de interés
que en silencio me incitan.
Sigo caminando.
Lo hago con cierto cansancio
y agilidad limitada,
mientras mi sombra
se derrama en el suelo
y se expande sorteando
obstáculos,
como vaharadas de humo
por entre el solado
acoplándose con sutilidad y
adherencia.
Ni las circunstancias ni
la edad
son adecuadas para batir
marcas,
pero el que se ejercita y
resiste
prepara su cuerpo para la
próxima salida:
donde el yo vence,
significa que hay un
desdoblamiento
que supera nuestras
deficiencias.
No se si si el yo vence o no, lo que si sé, es que el yo sale a caminar, a nadar y a ejercitarse, con más esfuerzo cada día.
ResponderEliminarUn abrazo.
De ese esfuerzo incrementado también doy fe, Emilio.
EliminarUn abrazo.