Mientras ella se prende
una airosa biznaga en el
pelo,
hacen guardia frente a mi
terraza
un par de magnolios, cuyas
bombas de mano,
amenazan con una explosión
perfumada
en el blindaje verde que aguarda
con la espoleta
amartillada.
Escala el muro, sube hasta
mi planta
y hace un simulacro de
victoria,
coreado por la brisa en
sus ramas
y por las carnosas hojas
verdes a coro.
Es la hora mayúscula del
silencio,
los aspersores silbaron su
sintonía
cuando se recogía la luna
solícita,
cediendo protagonismo a la
luz solar.
Lentamente, el día toma
posiciones
y la luz desvela algunos
secretos.
Una mano invisible ordena
lo bello
y hasta el jardinero es
sorprendido
y superado en su capacidad
ornamental.
Hay un deseo que se
conjuga
donde no interviene la
mano del hombre,
una incógnita con nombre
de misterio
que todo lo perfuma y
engalana:
ese que ni racionaliza ni
interpreta.
Es sorprendente tu capacidad para escribir poemas a diario, tu inspiración no descansa.Bello poema.Saludos
ResponderEliminarEs que las cosas están ahí, Charo. Estos magnolios los veo desde mi terraza y es como si quisieran hablarme. Gracias, mil gracias.
EliminarCualquie cosa que salte a tu vista, incita tu buena inspiración.
ResponderEliminarQue tengas un buen fin de semana. Besos.
Tu intuición, sensibilidad y profundidad te hacen sentir la mano divina engalanando el paisaje, amigo. Muy bello e inspirador, Francisco.
ResponderEliminarMi abrazo y mi ánimo siempre por tus constantes poemas.