Un cestillo verde,
una hoja de higuera,
fruncido en su irregular
dentado
con armoniosos pliegues,
para acabar en cóncavo
recipiente
de selectas moras.
¡Oh infancia rural
de ociosas tardes de
verano,
de baños de alberca
y frutos de temporada!
En la canasta de la
memoria,
como adormecida
en el trastero de los
viejos recuerdos,
como luz inextinguible
que tintinea en la memoria:
el sabor, la aventura, el
saber…
Hace falta tener muchos
años
para ser joven.
¿La foto ha insirado el poema o al revés?
ResponderEliminarLindo. Atractivo. Se ha pasado el tiempo de las moras de zarza, pero aunque tal vez quede alguna retrasada en alguna parte, ahí se quedará. Llevo años sin probarlas. ¡Cuánto me recuerdan mi juventud...
Primero fueron las vivencias de la infancia, ahora rememorar aquellas experiencias y revivirlas. Después de haber escrito el poema he buscado en google una imagen de aquello vivido hace tanto.
EliminarMuchísimas gracias, Angalu.
Un abrazo.
Parece hoja de morera. Y, sin embargo, las moras parecen de zarza. Una bella idea que invita a saborearlas.
ResponderEliminarEfectivamente las moras son de zarza y la hoja con la que está hecha el cestillo me presenta dudas. Yo lo hacía con una hoja de higuera.
EliminarOtro abrazo.
Yo no he tenido ocasión de cogerlas de la planta, pero sí recuerdo a un hombre pregonando a la hora de la siesta en la calle donde pasé los años de mi niñez y juventud.
EliminarCiertamente que hay quien de todo llega a hacer profesión. Si las has disfrutado, eso es lo más importante.
EliminarUn abrazo.
Pues sí. Hacen falta muchos años para que vengan a visitarnos los recuerdos.
ResponderEliminarUn abrazo, Paco.
Solemos esperar a ser mayores para reflexionar sobre la infancia. Es cierto, Cayetano.
EliminarUn abrazo.
De pequeño nuestro cestillo para guardar las moras eran los bolsillos de los pantalones, así que ya puedes imaginar lo que pasaba cuando llegábamos a casa.
ResponderEliminarUn abrazo.
¡Ay madre, los cabreos que se pillaría! La infancia es inconsciencia y ese es uno de sus frutos, Emilio.
EliminarUn abrazo.
Precioso el poema al igual que la imagen. Las zarzamoras no manchan mucho a menos que se las estruje, sí las moras de moral que son más blanditas y tienen más jugo. Bellos versos de esos recuerdos de la infancia.
ResponderEliminarAbrazos
Son recuerdos comunes a los niños rurales de mi tiempo, Isa,
EliminarUn abrazo.
Los recuerdos, la calle, el mar, tu inspiración la propia vida. Un abrazo
ResponderEliminarLa inspiración es la vida, Chelo, y todo lo que la arropa y comporta.
EliminarUn abrazo.
Un viaje al territorio de la felicidad.
ResponderEliminarAbrazo de frutas.
Mil gracias, Sara.
EliminarUn abrazo con fructosa.
Bonito y sabroso cestillo....Yo me las comía directamente del arbusto, no hacía cestillos.Saludos
ResponderEliminarYo comía cuantas me apetecía y llevaba un pequeño cestillo a casa para compartir.
EliminarUn abrazo.
Recuerdo, cuando era pequeña y comía las moras, siempre me estabán advirtiendo que no me fuera a manchar.
ResponderEliminarBesos
Eso me recuerda que la mancha de la mora con otra verde se quita.
EliminarBesos.
Un final REDONDO
ResponderEliminarMuchas gracias, Tracy.
EliminarUn abrazo.
Que bonito es recordar viejos tiempos. Y que deliciosas son las moras. Frente a mi casa hay un árbol de moras pero no da fruto, dicen que es macho.... es un árbol enorme y siempre esta lleno de pájaros de día y de noche....Saludos amigo.
ResponderEliminarMe alegra mucho haberte sugerido tan bello recuerdo, Sandra.
EliminarUn abrazo.
Qué hermosura de letras y recuerdos... y las moras son deliciosas más aún esas frescas recién cosechadas. Me encantó el verso final, memorable.
ResponderEliminarSaludos, Paty
¡Qué suerte que lo hayas leído y disfrutado, Paty! Te agradezco mucho el comentario.
EliminarSaludos amistosos.