Imaginé el infierno
como esos días
tórridos y ocasionales
que de vez en
cuando
nos regala un día
extremo de verano,
pero el sudor acabó
haciéndolo llevadero
y no era plenamente
coincidente
con el concepto
metal que me había formado.
Llegó el invierno
con estilete de hielo
como el de estos
días.
Y la montaña
ensabanada
se me hizo más
lejana e inaccesible,
como muy alejada de
la vida;
entonces creí
comprender
los tiritones del
temido infierno.
Pasó la tormenta,
como todo
es pasajero en la
vida,
efímero y
transitorio como el humo o la niebla,
y la nieve se hizo
regatos
camino de los
embalses;
entonces entendí
que el infierno
es ese miedo que
atenaza sin respuesta
hasta que uno se
desembarace del miedo,
así de voluble es
el estado anímico.
Hay gente que vive su infierno particular en este mundo, injustamente, porque nada malo hicieron, solo vivir o malvivir. A veces, como bien señalas, tan solo es un estado anímico, pasajero, como todo en la vida.
ResponderEliminarUn abrazo, Paco.
Hay vidas que son un desgarro, Cayetano. Pero entre la normalidad, también el estado de ánimo nos inclina hacia un lado o el otro de la balanza.
EliminarUn abrazo.
El invierno, igual que el cielo, lo llevamos dentro cada cual
ResponderEliminarNo hay dudas, Tracy. Algunas personas son felices en circunstancias que otros no lo seríamos y viceversa.
EliminarUn abrazo.
Hola Francisco. Cada día de la vida es un cielo o y un infierno. Yo ya no tengo miedo a nada, solo soy precavida y hago lo que dicen los expertos científicos y los médicos.
ResponderEliminarA los políticos no les hago caso porque si no terminamos locos. Mi confianza esta en los científicos y en los sanitarios. Sigo, seguimos haciendo lo mismo que desde el mes de marzo.
Abrazos
Ya vamos teniendo experiencia para no creer en ninguno de ellos. Y si echamos una mirada atrás, a los que ya dejaron sus cargos y cómo se han labrado un presente y futuro opíparo...
EliminarUn fuerte abrazo.
Todos llevamos infierno y cielo dentro de uno... Saludos amigo.
ResponderEliminarTienes toda la razón, Sandra.
EliminarUn abrazo.
Hay que vivir infiernos para valorar esas otras vivencias que nos acercan al cielo.Saludos
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