No sé si podréis creerme,
pero he conocido el cielo
cuajado de estrellas,
con carros de luceros
infinitos
y corros poliédricos que
hasta tenían nombres,
tal como los astrónomos
consignan en las
enciclopedias.
Entonces era muy fácil
contemplar
y comprender el firmamento;
era como una lección
práctica
mucho más fácil de entender
que, por ejemplo, el modo
subjuntivo.
Mi padre me enseñaba el
nombre
de muchas estrellas
y me hablaba de las
constelaciones,
pero nunca lo hizo del
subjuntivo.
La reina de la noche era la
luna,
aunque fue mancillada hace
tiempo
con las pisadas de plomo de
Neil Armstrong,
y ahora por la contaminación
lumínica
que ha hecho de la bóveda
celeste
una gran fosa opaca.
Yo también guardo como un tesoro ese recuerdo de noche estrellada junto a la puerta de una casa de campo, sin luz eléctrica, tan solo el chorro blanquecino de la lámpara de carburo. Jamás volví a ver tanta estrella junta en el firmamento. Todo un espectáculo.
ResponderEliminarUn abrazo, Paco.
Mi infancia está cuajada de esas estampas, no solo en el pueblo entonces mal alumbrado, sino en medio de la naturaleza, donde todo es más rotundo.
EliminarUn abrazo.
El universo y el subjuntivo de las nuevas generaciones está en el teléfono móvil o en el smartphone.
ResponderEliminarUn abrazo.
He visto una aplicación para el móvil que identifica a cada estrella y constelación, claro que para verlo se tiene uno que retirar de la urbe. Ellos disponen de más tecnologías y nosotros teníamos la Naturaleza.
EliminarUn abrazo.
Tus nietos te escucharán maravillados, ansiosos por mirar el cielo. Desde la ciudad no se ve, pero basta salir al monte y la noche se descubre en toda su grandeza.
ResponderEliminarUn abrazo :)
Aunque mis facultades físicas son las que son, Maite, tendré que plantearme ir con ellos al monte, mejor también con sus padres, y mostrarles el espectáculo.
EliminarUn abrazo.
Que delicia de poema, amigo y no se los vas a dejar en papel para que tus nietos puedan acariciarlos con sus manos ?
ResponderEliminarUn abrazo
De momento tienen una carpeta informática con más de mil quinientos y de ellos algunos se podrán salvar. Gracias, Chelo, por tu amistad.
EliminarUn abrazo.
Hola Francisco. Qué bonito. Digo como Cheko, seria bueno que ellos tocaran el papel donde tu les dedicas un bello poema. Seguro que les encanta tenerlo escrito en papel para leerlo cuando deseen por si desaparece internet.
ResponderEliminarAbrazos
Tendré que pensármelo, ya que en los últimos años han desaparecido demasiadas cosas: los disco de vinilo, los cd's, la videograbadora, el radiocaset... ¡Menuda marcha!
EliminarUn abrazo.
Amor de abuelo, una carta preciosa.Saludos
ResponderEliminarMuchas gracias, Charo.
EliminarUn abrazo.
Por regla general, los niños siente pasión por los abuelos. A través de esa carta le haces apreciar las bellezas de la vida. Esas bellezas que por ellas no tienes que pagar ningún precio y que saltan a nuestra vista a cada paso. Esta vez ha sido el cielo, pero pienso que no te quedarás nada más que en eso. La vida que tenías tú, no la tienen ahora ellos. Tenemos muchos avances técnicos pero también se han perdido muchas cosas que se disfrutaba entonces.
ResponderEliminarBesos
Tienes mucha razón, Antonia, hay cosas muy hermosas que han desaparecido. Recuerdo con deleite, aunque no es producto de la Naturaleza, aquellas clases nocturnas de bachillerato para proyectarnos diapositivas de arte. Gracias siempre.
EliminarBesos.
Que nostalgia me ha entrado. Me has recordado mi infancia. Cuando contemplar el cielo era un regalo . Horas tendidas podríamos contemplar las estrellas. Ahora como mucho vemos la Luna. Mancillada y todo ahí está y se ríe de nosotros😘
ResponderEliminarSomos de otro tiempo, Katy, de cuando la contaminación no se conjugaba en el lenguaje, el tiempo de los cielos limpios.
EliminarUn abrazo.
Francisco, seguimos mirando al cielo aunque no veamos las estrellas, pero el subjuntivo hemos aprendido a conjugarlo a la fuerza: ¡¡Quiera Dios que se vaya este virus, si no estuviera, todo sería mejor!!
ResponderEliminarTus nietos van a aprender a mirar el cielo, porque estamos volviendo a valorar la naturaleza, las labores del campo y el cielo estrellado, ya verás como es así.
Mi abrazo y mi ánimo, amigo.
Me da la sensación de que no estamos aprendiendo ninguna de las muchas lecciones que nos da esta pandemia, María Jesús. Ojalá tengas razón y comencemos a valorar y respetar más lo creado. Quizás sea el humo de la Amazonía lo que no nos deja ver con claridad. Gracias por tu esperanza.
EliminarUn abrazo.
Carta tierna y llena de amor. Los nietos son un tesoro para el alma y fuente de inspiración para el Poeta Abuelo. Saludos amigo.
ResponderEliminarMuchísimas gracias, Sandra. Sin duda que ellos son un tesoro.
EliminarUn dulce abrazo.
Tu suerte no la van a tener tus nietos.
ResponderEliminarTodo cambia, esperemos que no nos carguemos el planeta, pero al paso que vamos...
EliminarUn abrazo.