Fotografía de: María del Pilar Ferrari Díaz |
Definitivamente vivimos una
primavera
con cara de invierno triste.
Luce el sol, pero está fuera
de nuestro ámbito,
iluminando prados y
cordilleras;
puertas adentro hibernamos
la pandemia
a base de encierro
y no sabemos cómo será su
despertar.
La última imagen que guardo
en mis retinas
es el soslayo de cuando ella
salió sigilosa
camino de quién sabe dónde.
Apenas si pude vislumbrar su
silueta
cuando desaparecía por el
patio trasero;
tan solo llevaba un hatillo
y en él, o con ella, la
sangría de mi herida.
Pronto fue sombra en fuga,
un visto y no visto,
una jugada de cartas
marcadas
que sigue siendo hoy
inexplicable.
Seguí sus huellas y éstas me
llevaron al río;
llevaba el corazón en la
boca,
pero cada vez a mayor
distancia de mi objetivo;
quise adivinarla detrás de
un seto,
pero la violácea panorámica
de las jacarandas
cegaban toda posibilidad…
Cuando alcancé la orilla,
la falúa no estaba atada al
embarcadero
y en la mansa corriente
desapareció toda esperanza.
Precioso y tierno.
ResponderEliminarUn abrazo
Ya no hay excusa: venga, a caminar... Antes de que llegue la calor.
ResponderEliminarUn abrazo, Paco.
Hola Francisco. Muy duro el poema. Este Covid19 está dejando muchas heridas en todas las personas pero en las personas mayores y abuelos acostumbrados a que los tienen les visiten o estén muy frecuente en casa, os está dejando una marca muy profunda y falta de esperanza. Esto pasará y de nuevo volverán a estar los nietos y nietas que son la alegría de las casas. Ahora lo más importante es que se cuiden y tomen fuerzas para esos abrazos atrasados están esperando que desaparezca el bicho asesino.
ResponderEliminarAbrazos. Toca cuidarse mucho
Mi última imagen la tengo grabada sin poderla olvidar y es muy dura.Saludos
ResponderEliminarNo has podido expresar mejor los sentimientos, que experimentamos en estos días.
ResponderEliminarBesos
Triste realidad amigo Francisco, ojala pase pronto. Saludos a la distancia.
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