Verano,
al calor de tan numerosos incendios,
uno no acaba de saber
cual es el viento favorable,
si se queja por costumbre
o hay base para criticar
lo que no hacen otros,
que ni siquiera están donde deben.
No me quejo. No quiero quejarme,
tan solo tan solo dar gracias por no ser
uno de los damnificados.
A los incendios seguirán las lluvias,
y le pondrán por nombre Dana
si son arrolladoras, cuantiosas
y devastadoras;
y volveremos a llorar,
volveremos a quejarnos,
como si las quejas fueran
remedio para tata lágrima
en lugar de la prevención.
No me quejo. No quiero quejarme.
Pero ojalá mis palabras
puedan ser, en lo inmediato,
acción de gracias,
por un nuevo modo de proceder.
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