Sobrevino un silencio
ensordecedor, estremecedor,
muy incómodo,
como la asfixia por humo
que tan fatigosa
como silenciosa resulta.
Después, a destiempo,
se incorporaron los veraneantes
y juntaron letras a conveniencia
para salir con bien,
incriminando a sus rivales.
Por activa y por pasiva,
la culpa es siempre ajena.
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