Entorna la mirada,
ábrelos luego para ver claro.
Restregar no, fijar tampoco;
una pausa, una lubricación breve
que elimine los abrasiones
y las rémoras.
Niégate a comprar
un regalo bellamente envuelto
antes de elegir,
-a pesar del discurso-
aun adivinando el sabor a caramelo.
Tasa, valora sin ponderaciones,
pestañea y sopesa;
abre los ojos
para que entre la luz
y ésta proyecte
la verdadera identidad
que andas buscando.
Abre los ojos
y aparecerá la lucidez.
Abre todos tus sentidos
y mantente en guardia
para no dar un paso en falso.
Abrir bien los ojos para percibir la belleza de vivir, a pesar de todo.
ResponderEliminarUn fuerte abrazo.