El sol se despereza del sueño
y va tomando altura,
borrando las sombras de la noche,
al tiempo que delinea los caminos.
Salgo del descanso con deseos
de palpar de nuevo la vida.
Ropa cómoda, calzado deportivo
y ánimos renovados
para dejarme sorprender,
en lugar de repetir rutinas
con idéntica monotonía que el reloj.
Algunos me tomaron la delantera
y otros vendrán en pos
acelerados de urgencias:
los gustos, como los colores,
habitan las estancias infinitas.
La luz ya se ha desbordado
y va tocada de una nueva magia;
a cada seto, a cada recoveco,
en la infinidad de dulces encuentros,
una chispa grácil y novedosa:
hace girarse la sonrisa del hibisco
y luce de par en par esplendoroso,
al tiempo que fenece lánguida
y mustia la floración de ayer.
El ritmo de la vida no se detiene
y yo pretendo que no me sorprenda
con el paso cambiado.
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