A Marisa Jiménez, con mi agradecimiento por su fotografía.
Esquivo, casi en el horizonte,
dilatado como mancha de aceite
que se desparrama por absorción,
pero sin fuerzas para herir,
tan solo es guiño molesto
en la ventanilla delantera del coche.
Luz dorada, sin fuego,
que tinta el asfalto con reflejos áureos
y certifica en la memoria
la ruta tantas veces recorrida.
No hay dos viajes iguales
como tampoco la trayectoria del sol
es siempre idéntica.
Solo Bach. Tan solo Bach,
en la memoria de la grabación
es siempre el mismo
y envuelve de solemnidad
remansando la agitación,
la monotonía
y los riesgo del tráfico rodado.
🎵 Soy un corazón tendido al sol🎵
ResponderEliminarUn abrazo, Francisco
Me ha faltado la partitura, pero le he puesto un poco de imaginación y me has complacido ampliamente, Merche.
EliminarUn abrazo.
El sol del atardecer, siempre se ve precioso. No le ha faltado una buena música, para que el placer sea completo.
ResponderEliminarUn abrazo.
Este poema lo visualicé cuando venía en el asiento del copiloto, Antonia, y al día siguiente le puse las palabras.
EliminarUn abrazo.
Nada se repite Francisco. aun haciendo el mismo recorrido siempre hay diferencias, tus versos son hermosisimos y enamorarán sún mas si repito su lectura
ResponderEliminarUn fuerte abrazo
¡Qué generosa eres, Stella! Muchísimas gracias por tus palabras.
EliminarUn fuerte abrazo.
Escuchar a Bach en un atardecer tan bello tiene que ser lo máximo. Saludos
ResponderEliminarLa buena música siempre se abre un espacio oportuno, pero es verdad que las circunstancias eran muy propicias, Charo.
EliminarUn abrazo.