Te vi en medio de la muchedumbre
desde la trinchera de mi mirada.
En principio eras una más,
pero la brisa te agitó la cabellera
y a mí me despeinó el corazón.
Al rubor le siguió un escalofrío
como al relámpago sigue el trueno.
Un sudor frío escaló o descendió mi cuerpo
por vericuetos inimaginados,
poniendo en fuga cada célula,
cada gota de sangre en desbandada.
No me sentía el pulso. El reloj
congeló el tiempo en medio de la efervescencia.
Sentí el abandono en cada célula.
Tan solo la mirada se hizo terca
y no me abandonó en ningún instante,
entonces asumí el exilio como salvación
y supe que era en ti, en tus brazos,
donde debía encontrar refugio para siempre.
A eso se le llama amor a primera vista.
ResponderEliminarUn abrazo.
Cuando llega, Emilio, solo puede uno rendirse.
EliminarUn abrazo.
Rendirse, es lo único que debe hacerse en esos casos.
ResponderEliminarBesitos de anís para repartir con tus seres queridos.
Tomo nota de tu consejo, Sara, seguro que está impregnado de sabiduría.
EliminarUn abrazo.
O un flechazo. Y si es correspondido y sostenido en el tiempo, entonces amigos, digamos que tenemos a Dios de parte.
ResponderEliminarUn abrazo
Gran expresividad, la química y el corazón hablan apasionados...Bella tu entrega y creatividad, amigo poeta.
ResponderEliminarMi abrazo y feliz otoño.