Señor, que sus ojos no se cansen
nuca de mi insistente mirada.
Que en mis labios desérticos
ella vea mi obstinada esperanza,
que en mí, hasta hoy, es vida naufraga.
Que ni una tilde se pierda
entre mi mente y su alma.
Que ella sepa perdonarme
antes de que yo la ofenda.
Que en su forja me golpee,
buscando angulosos brillos,
como el orfebre a la plata.
Que sus manos me modelen
como al barro el alfarero
y me dé algunos brochazos
que iluminen mi esperanza.
Señor, tú conoces el blancor
de mis toscos sentimientos,
ayúdame a enamorarla;
pues si la vida alcanzada
de tus dadivosas manos
no logran enamorarla,
quítame, Señor, la vida,
pues eso mismo ya es muerte
de una vida malgastada.
Amén, Francisco
ResponderEliminarUna respuesta que lo dice todo y todo lo acepta. Muchas gracias, Merche.
EliminarPreciosa oración. Estoy segura que te ha escuchado el Señor.
ResponderEliminarFeliz fin de semana.
Muchísimas gracias, Antonia.
EliminarUn abrazo.
Qué sea así
ResponderEliminarAsí viene siendo desde hace algo más de 51 años.
EliminarUn abrazo.