Y apenas llega, dulcemente el río,
como instrucción intuitiva
que le enseñaron sus ancestros
en el seno genético de cada molécula,
toma su punto de sal
y salta a compás con brincos
en cada ola que juega en la playa.
En el vaivén, ya hermanadas
en su punto de sal,
comienza el juego y la alternancia,
un simulacro de dudas
en las que hacerse singular
y diluir lo particular en lo genérico.
Como decia Jorge Manrique en su obra "Coplas a la muerte de su padre": Nuestras vidas son los ríos que van a dar en la mar, que es el morir.
ResponderEliminarUn abrazo.
Nada nuevo bajo el sol, Emilio, apenas una mirada distinta.
EliminarUn abrazo.
Me gusta mucho el mar y aunque fuera brevemente, también he visitado Marbella.
ResponderEliminarUn abrazo.
Yo nací muy cerca y desde mi ventana de niño veía la mar. A los 10 años me mudé a Marbella, aunque ahora vivo en Sevilla, y allí tengo familia y amigos
EliminarGracias por tu mirada.
Cada río recorre su destino hacia el mar, dejándonos un rastro de dignidad, entrega y constancia hacia la meta, donde celebra la vida en común, haciéndose uno con todas las aguas de los ríos...Muy bello e inspirador, Francisco.
ResponderEliminarMi abrazo entrañable por tu constante inspiración.
Muchísimas gracias por tus siempre acertadas y bellas palabra, María Jesús.
EliminarUn abrazo.
La vida es el río y cuando morimos vamos al mar a esa otra vida.
ResponderEliminarUn gran abrazo.
De una forma u otra, Sara, nos integraremos en un Todo.
EliminarUn abrazo.