Me enfrenté a mí mismo
ante el espejo
y me encontré,
ciertamente,
con rasgos familiares.
Mi padre murió siendo
joven,
pero es exactamente
la idea que me había hecho
de su figura
para cuando llegara a su
senectud:
sus facciones morenas,
casi aceitunadas…
En seguida
pensé que serían de
intemperie,
pero en mi caso
no hay otro aire libre que
el del paseo,
pues el del aire
acondicionado
está subordinado al kilovatio
y goza precisamente de
libertinaje.
El mismo pelo,
las mismas entradas,
la misma frente despejada
y el mismo gesto torcido
de la boca
rompiendo el equilibrio
simétrico.
Cuando estuve ante el
espejo
la mente se me enredó
en los recuerdos
y me presentó un cliché
reconocible,
pero distinto al que de mí
daba por supuesto.
Casi nunca estamos conformes con lo que vemos, una arruga nueva aquí, una barriga más cervecera, una cana por aquí y otra por allá, el pelo negro ya ni se aprecia, son los años que nos muestra nuestro espejo.
ResponderEliminarSaludos
Nunca des nada por supuesto... De pronto nos encontramos riéndonos como el tatarabuelo, o con la cara aceitunada de un padre que te guiña el ojo desde el espejo.
ResponderEliminarLujazo es leerte, amigo, y ver que sigues en tan buena forma!
Un fuerte abrazo oleado por el mar
Los espejos siempre nos dicen la verdad de todo aquello que se refleja en ellos.Saludos
ResponderEliminar<<<<<<<<<<suele pasar
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