Despierta la ciudad
del bostezo de una noche destemplada;
todavía no se ve el sol,
pero ya se vislumbra el
claror de la bóveda
como anticipo radiante.
Algunos peatones parecen
sonámbulos
hacia un destino incierto;
otros, con ropa deportiva,
improvisan un circuito
donde no existe la salida
ni la meta.
De vez en cuando un
estruendo
anuncia que va a pasar un
vehículo:
los patinetes eléctricos
lo hacen con sordina,
como las bicicletas;
quienes llevan auriculares
van por los vericuetos de
otro mundo
y todo les pasa
desapercibido.
Más de media ciudad
dormita todavía
y casi la otra media
se afana en la pantalla de
su teléfono
como un náufrago a una
tabla.
Ninguna anomalía:
el hombre cambia bien poco
de un día para otro.
En la normalidad hay pocos cambios, en las crisis muchos.
ResponderEliminarUn abrazo.
Así es la vida, Emilio.
EliminarUn abrazo.
Cuando nos acostumbramos a una rutina diaria es muy difícil cambiar.Saludos
ResponderEliminarAunque no es fácil, debemos intentar que la vida no sea rutinaria sino una nueva ilusión cada día.
EliminarMuchísimas gracias, Charo, por tu presencia diaria.
Si que eres madrugador y es lo que se debe de hacer ahora, si quieres caminar y no pasar mucha calor.
ResponderEliminarBesos
A estas alturas... Virgencica, que me quede como estoy.
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