La física no encuentra
la fórmula para medir el óvalo
de tu boca
cuando pronuncias mi
nombre,
cuando engulles el aire
entre un suspiro y el
siguiente,
mientras ardo en las
llamas del deseo.
Tampoco ha logrado medir
la intensidad de tu mirada.
Hay cosas genéricas
que una simple fórmula
matemática
es capaz de cuantificar,
pero lo excepcional, lo
exclusivo,
entre en los parámetros de
lo extraordinario,
necesita de lo milagroso
para conceptualizarlo.
¿Cómo medir la brisa en tu
pelo?
¿El susurro de tus labios
cuando se atornilla en mi
oído?
¿La sed de tus labrios
quebradizos
cuando me piensas?
¿El abaniqueo de tus
pestañas
cuando me miras?
Solo el silencio es
nuestro fiel agrimensor
cuando nos miramos.
¿Merece la pena medir esos elementos?, si se hiciera se perdería la magia del ser humano, aunque existe la proporción aurea del cuerpo humano que tanto usaron los griegos.
ResponderEliminarUn abrazo.
Sólo un poeta muy enamorado ouedo escribir un poema tan bello.Saludos
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