Anoche estaba la luna retocándose
el cabello y la línea de los ojos;
lo hacía semi oculta tras encajes nubosos.
Me acordé de Anna, quien también
oculta su coquetería todo lo que puede
y se queda esperando un requiebro
que simula fortuito y no buscado.
Así como el sol dista de la luna,
el hombre y la mujer son soles de la tierra,
astros de un mismo universo:
iguales en derechos y diversos en su ser;
distancias que se buscan y no se anulan,
sino que se complementan y aúnan.
Anoche creí que la luna me guiñaba
y puede que no sea nada disparatado.
Buen mensaje y bonito poema.
ResponderEliminarMuchas gracias, poeta Antonio Portillo.
EliminarUn abrazo.
Qué sería de los poetas sin la luna.
ResponderEliminarAbrazos, Paco.
La luna, a pesar de haber sido mancillada por Neil Armstrong, sigue ofreciéndose como misterio para el común de los mortales; por tanto, no deja de ser un recurso más al alcance de los poetas como la rima, el metro o el ritmo. Mil gracias, Cayetano.
EliminarUn abrazo.
Con esa foto mágica e inspiradora, no me extraña nada tu poema, Francisco...La luna tiene una razón de ser, además de lámpara nos impulsa, nos mueve y nos conmueve...Tiene esa parte mágica y misteriosa.
ResponderEliminarMi abrazo y feliz domingo.
Muchísimas gracias, María Jesús, siempre con palabras inspiradas para mí.
EliminarUn fuerte abrazo.