Fotografía de Isidoro Jara |
La luna, en creciente,
se enredó entre ramas
de una jacaranda en flor:
primero fue el enramado,
luego su aroma envolvente;
no encontraba la salida
y casi le alcanza el día
sin salir de tal prisión.
Vimos crecer nuestro amor,
que empezamos casi niños:
tú eras de flor y almíbar,
yo impaciente levadura;
tú luna en cuanto creciente
─fogonazo luminoso─;
yo enhebrado en tu figura,
sed de tus boca grosella.
¡Qué lentas las madrugadas
ralentizando los días!
¡Y qué torpes los caminos
del amor adolescente:
fuego que arde y no quema,
luna que sale y se esconde
soñando día, ensoñando de noche!
Por eso somos tantos los lunáticos.
ResponderEliminarLa culpa la tuvo ella cuando vino a la fragua con su polisón de nardos y encendió el aire con olor de jazmines.
Un abrazo, Paco.
Has arruinado mi torpeza poética con la semblanza de Federico. Lo comprendo y lo acepto, Cayetano.
EliminarUn abrazo.
No seas modesto. Tú eres un poeta y de los buenos.
EliminarAbrazos.
Bella metáfora de esa luna jugando con la jacaranda en flor, para expresar el amor adolescente...Lleno de magia, ilusión y belleza...Muy bueno, Francisco.
ResponderEliminarMi abrazo y feliz jueves.