19 septiembre 2018

EL SOL DE LA TARDE





Esta es mi geografía de siempre,
en la que aprendí a orientarme desde niño,
cuando la rosa de los vientos
eran tan solo cuatro extremidades:
la salida del sol, por el Atajo,
la balconada hacia el mar y el horizonte lejano,
la Sierra Blanca dando cobijo al sol poniente
de forma precipitada y prematura,
y el norte, por donde arreciaba el frío
y dormía el Cerezal y más arriba Tajo Negro.

¡Qué bien me conozco y me sitúo
en sus caminos y senderos,
aprendido de los mayores
como se aprenden las cosas que no se olvidan!

Así, igualmente indelebles, mis abuelos, mis padres…
recuerdo el día que nació mi hermano
y el regate inocente con el que me alejaron
de casa convertida en paritorio.

Caía la tarde cuando la Sierra Blanca
bloqueaba al sol como alero que guarda su canasta
y casi de inmediato ya acababan los juegos
y había que regresar a casa:
“Al encenderse las luces os quiero aquí.”

A mi madre no se le discutían sus órdenes,
ni al sol sus prisas por retirarse;
pero contábamos con una promesa no formulada
de que por la mañana se encendería de nuevo
allá por el Charco de las Viñas.

8 comentarios:

  1. A los paraísos particulares siempre conviene volver, los de la infancia.
    Un abrazo, Paco.

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    1. Un paraíso idílico, como siempre, donde vive la infancia y mis predecesores.

      Un abrazo.

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  2. Que suerte. El mío hace mucho tiempo que está ocupado por una serpiente que ni siquiera me ofrece la manzana
    Un abrazo.

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    1. Mil gracias, Arantza. En tal caso, que nadie te robe tus bellos recuerdos.

      Un abrazo.

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  3. En una misma geografía, se logran conocer todos los pros y contras. Y a la distancia temporal, hasta los contras saben dulce. Como todo lo no negociable con mamá. :)
    Un abrazo grande.

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    1. Tienes razón, Sara. Resulta que con el paso del tiempo se desdibujan las contrariedades y ya sólo quedan los buenos recuerdos. Quizá una de las pocas ventajas de la edad.

      Un amable abrazo.

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  4. Las raíces, Francisco, son la que nos hacen poner los pies sobre la tierra.

    Un abrazo.

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    1. Sin lugar a dudas, Rafael. Tú sabes mucho de raíces y costumbres populares, de lazos irrompibles con tu medio ambiente de tu Colombia.

      Un abrazo.

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