Habría llegado a enfermar
de lujuria, pero le contuvo el
pudor
y se le quedaron miles de
besos
en la boca
sin que llegara a
formatearlos,
como quien nunca ha
pronunciado
te amo.
En su tacto, como
desdibujados,
los roces que nunca se consintió
a sí misma,
la pasión contenida
y la inexperiencia de darse
cuerpo a cuerpo.
Su vida fue una continua
espera
de un convoy que jamás llegó
a la estación término.
Nunca llegó su primavera. Se tuvo que conformar con ver caer las hojas del otoño tras la ventana.
ResponderEliminarUn abrazo, Paco.
¡Qué bonito lo dices, Cayetano!
EliminarUn abrazo.
Es triste darnos cuenta de que hay muchas personas, que se enclaustraron y no supieron aprovechar la oportunidad de ser felices...Siempre esperaron ese tren o quizá llegó y lo dejaron ir...
ResponderEliminarBuen tema, Francisco.
Mi abrazo y feliz domingo.
Así es para muchos, María Jesús. Y todavía hay que busca culpabilidad ajena.
EliminarUn abrazo.