Antes, echar un cigarro era
sinónimo
de un descanso al pie del duro
tajo;
el vicio duro era el trabajo
y las vaharadas
un respiro intoxicado para
los pulmones
y para el resto de miembros
y sistemas.
Antes, una tasca era una
atmósfera
irrespirable y, entre la
densidad,
unos parroquianos que
voceaban,
bebían, exageraban y jugaban
a cartas
o maldecían al poner el seis
doble.
Ahora, una tasca, es un
lugar donde
te sirven una tapa gourmet
en un gran plato circular y
profundo
con la nomenclatura de nouvelle cuisine
y precio a juego con rima
consonante.
Ahora, fumamos todos no
sabemos qué,
sin comprar tabaco ni
cerillas, ni yesca,
mientras los empedernidos
lían
de forma artesanal o usan
boquillas
electrónicas sin tabaco y
con el mismo vicio.
Y antes, como ahora, nos seguimos muriendo.
ResponderEliminarUn abrazo.
Evidentemente, Emilio. El tabaco puede ser un acelerador y lo es según la ciencia médica; pero el sino es el sino.
EliminarUn abrazo.
Aquí no nos quedamos ninguno... ¡Hips!
ResponderEliminarUn abrazo, Paco.
De cierto que no, Cayetano.
EliminarUn abrazo.
Al menos al entrar al bar, se puede respirar sin el asfixiante humo y olor a tabaco...
ResponderEliminarUn cálido abrazo
En algo hemos mejorado. Y lo mejor de todo es que entonces no nos creíamos que se pudiera lograr. Muchas gracias, Sneyder.
EliminarUn abrazo.
Unos vicios acaban y llegan otros...Todo tiene su pro y su contra para la salud. Lo importante es no pasarse y ser consciente de ello.
ResponderEliminarFeliz noche, Francisco.
Hay una actividad comercial que vive de lo marginal y tiene una gran inventiva, así que desaparece un producto y llega otro para sustituirlo. Ahora hay uno muy silencioso que es el juego de apuestas por Internet o desde el teléfono, que ya está causando estragos.
EliminarUn abrazo, María Jesús.