Joyas menores, enclaustradas
entre un juego de inclinados
espejos;
trozos seleccionados por el
color:
rojo, verde, amarillo, azul…
Grandiosos por sus evoluciones
y destellos
y humildes en su ser
primigenio:
meros trocitos de vidrio
irregulares,
ni siquiera emparentados con
el cristal
sino que en la apariencia.
Humildes,
recolectados del vertedero o
del azar,
donde no hay alhajas
pero sí afortunados
hallazgos que halagan.
Así mismo el fulgor de tu
mirar
en mi mirada, en la
contemplación
y el embeleso al que me
suspendo
como un púber a un
caleidoscopio.
Y mira que eran bonitos y mágicos los condenados, como algunas miradas...
ResponderEliminarUn abrazo, Paco.
Cierto, Cayetano, como algunas miradas.
EliminarUn abrazo.
Bello poema, al igual que ese artilugio de colorines y figuras.
ResponderEliminarUn abrazo
Un simple artilugio, sencillamente mágico y misterioso, que nos subyuga e hipnotiza...Buena comparación con esa mirada química, que nos atrae y se graba en el alma.
ResponderEliminarMi felicitación y mi abrazo, Francisco.