El mar inmenso, la mar cercana,
la festiva y la trabajadora
que invita a la caricia de la proximidad,
la acogida cálida,
la bienvenida o el adiós
con el reclamo del vuelve-pronto.
La aprobación y también la alerta,
el silencio contemplativo y explícito
que lo cuestiona todo
-sin pronunciamiento-
y todo lo aprueba con una sonrisa
de húmeda ternura,
limpia y apetecible.
Tus ojos, mi pastoreo,
el saberse cuidado y protegido
en el que se globaliza mi ámbito,
que da rienda suelta a mi iniciativa,
al tiempo que subraya los precipicios
con el destello de tu luz.
Tus ojos: mi geografía,
el ámbito por el que moverme seguro.
Ni la mirada, ni la sonrisa, ni la forma de andar. Nada esto se olvida de la persona amada.
ResponderEliminarUn abrazo.
Tienes toda la razón, Antonia. ¿Cómo no estar de acuerdo contigo?
EliminarUn abrazo.