A Larysa Chesnokova
Me pregunto si el exilio sigue
siendo vida
o si apenas es muerte aplaza,
despojos y precariedad desplazadas
para que el corazón sin semblanza
siga latiendo,
más por instinto que por resolución.
Otra tierra, otro clima, otras costumbres,
otra lengua que incomunica,
que transporta de la acogida de la pena
a la indiferencia de lo inacabable,
de la necesidad imperiosa a la precariedad.
Cuando ya nadie llora por el otro
eres un extraño en medio de la vida ajena,
en la que apenas puedes hacerte entender.
Dos llantos que se entremezclan:
la patria que saltó por los aires
y la supervivencia en un suburbio ajeno,
entre quienes ya no se conduelen
y las desgarradoras noticias
del ayer y del hoy.
Es verdad que no has muerto,
pero tendrás que gestar la agudeza
de esta otra vida hacia ese nuevo amanecer.
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