Piedra común, sin apellidos legales
ni alcurnia de exclusividad ni excluyente,
desbastada por los golpes y la erosión,
arrancada de las entrañas de la tierra
para habitar la ciénaga de un pantano
o los embates de las aguas marinas
en los combativos muelles de un puerto.
Arrancada con violencia de su pasivo estar
para ser el hueso duro de unos cimientos
o los cascotes que desaparecen
en el férreo interior del hormigón armado.
Piedra de tropiezo en los caminos,
voz alternativa y violenta del pastor,
amenaza en manos de un cretino
y proyectil en las de un hondero;
útil básico de hombre primigenio
desde los remotos tiempos no vividos
y silente e ignorada presencia
en la continuidad de los días,
en los caminos, en las viviendas,
en almacenes, puertos y silos,
sin que su nombre figure
en ningún anuario ni carta de crédito
añadiendo una tilde de calidad o elegancia.
Un sentimiento noble, tierno, fraterno me une a las piedras. Soy Peña, Morales Peña, por la gracia de Dios.
ResponderEliminarUn abrazo, maestro 🌹
Me alegro que así lo hayas recibido, Merche.
EliminarUn abrazo.