Si en verdad somos criaturas únicas,
¿por qué no sentimos igual unos y otros?
¿Por qué respondemos con una coz
cuando tendríamos que devolver una sonrisa?
¿Por qué devolvemos un gesto amenazante
en lugar de ofrecer nuestro brazo al caído?
¿Por qué cuando nos percatamos
de la negrura recóndita de nuestra alma
echamos mano a la sartén de la mentira
para tiznar y descalificar al otro?
¿Por qué aireamos las malas prácticas
del otro, y ocultamos en lo recóndito
lo incalificable de nuestro comportamiento?
¿En qué gramática se estudia ellos y nosotros
como medio de aislamiento y segregación?
¿Por qué no ponemos más énfasis
en la aritmética de las convergencias,
en lugar de orillarnos sin seso ni medida
por el terraplén de las bifurcaciones
obsoletas que llevan al caos?
Unicidad: la pluralidad del yo conmigo.
Es algo que no entiendo, los bulos.
ResponderEliminarUn abrazo.
Estoy en tu mismas situación, máxime cuando con frecuencia ese bulo busca la difamación.
EliminarUn abrazo.
Falta conciencia y dignidad humana, Francisco...Todos no somos iguales.
ResponderEliminarLa autenticidad brilla por su ausencia y ello nos aparta unos de otros.
Gran reflexión, como siempre, amigo.
Mi abrazo y feliz semana, Francisco.
No podemos apuntarnos al seguidismo ni al enfrentamiento por el enfrentamiento. La convivencia debe y tiene que tomar otros derroteros. Gracias infinitas por tus palabras, María Jesús.
EliminarUn abrazo.
Apoyo todo cuanto dices.
ResponderEliminarOjalá aprendamos, todavía podríamos estar a tiempo.
ResponderEliminarUn abrazo.