Tenía cara de deseo,
pero jamás exteriorizaba sus pensamientos;
a pesar de ello, no se veía mortificada
sino contenida. Aguardando
una espera que no llegaba a satisfacer.
Rozaba la angustia como se rozan
los desajustes, con sonido metálico,
pero al tiempo, de su mirada derramaba
un surtidor de sueños contenidos
que antes o después verán la luz.
Como hay ángulos que imploran el complementario,
en ese deseo inconfesado
estaba aprisionada una aventura
que ni siquiera había entallado en sus manos
y que se prometía cargada de esperanza.
Si el deseo no llega a exteriorizarse, puede llegar a pudrirse.
ResponderEliminarUn abrazo.
Tienes razón, Emilio, los sentimientos son para exteriorizarlos.
EliminarUn abrazo.
Todo aquello que se calla y se sufre en silencio sin salir al exterior puede provocar gran daño físico y psíquico. Lo mejor para la salud es tener a alguien con quien desahogarse. Saludos
ResponderEliminarNo cabe la menor duda, Charo. Pero también conviene acertar con qué persona sincerarse.
EliminarUn abrazo.
Solo la cara de un niño expresa limpiamente el dese o al menos eso pienso yo.
ResponderEliminarYo también lo pienso y es por eso que lo he ilustrado con una chica jovencita.
EliminarUn abrazo.
Como la cara del niño en espera de su bicicleta en Navidad. Esa ilusión o anhelo inocente que ilumina todo el rostro y hace destellar los ojos. Me gusta esa versión más que el deseo hacia alguien.
ResponderEliminarAbrazos.
Me gusta, Sara, ese deseo inocente que permanece por siempre desde la infancia.
EliminarUn abrazo.
El deseo suele ir unido a la ilusión por la vida, por lo nuevo por conocer, por la experiencia que ello supone...Es bueno mantener esa ilusión constante de vida, que nos permite seguir aprendiendo y superándonos.
ResponderEliminarMi abrazo siempre, Francisco.