A mi madre.
Nunca fui algo extraordinario,
ni física ni intelectualmente,
a penas una medianía
que pasa desapercibida por la multitud.
Allá a lo lejos, un brote verde,
una futura ramita en el jazmín familiar
que siempre se vocaliza
con “E” de esperanza.
Es previsible que me agitara
en todas direcciones y derroteros,
pero alguien iba por delante
y también alguien me seguía.
Entre ambos, ni el más madrugador
ni el tan esperado broche de oro;
uno más en el rango de todos a una:
ni el más hermoso, ni el más grande,
ni el más tierno, ni el más aromático…
Un jazmín más, una estrella blanca
de cinco puntas nacaradas
en manos de la mejor jardinera.
Cualquier jazmín o estrella, son una gran cosa. En ninguna parte pasarían desapercibidos.
ResponderEliminarAbrazos.
Tampoco tú, Sara, pasas desapercibida junto a mí. Muchísimas gracias.
EliminarUn abrazo.
Con solo la fragancia del jazmín ya te pones alerta, cerca hay algo bonito.
ResponderEliminarUn abrazo.
Todo lo que tiene de pequeña esta flor lo tiene de aromática, y hasta necesita la concurrencia de otras para hacerse notar.
EliminarUn abrazo.
Me identifico totalmente con el poema pero en vez de jazmín sería una sencilla flor silvestre que la magnífica jardinera cuidó junto a sus otras tres bellísimas orquídeas .Saludos
ResponderEliminarHay mil historias similares, pero ninguna idéntica.
EliminarUn abrazo.
🌟 mamá
ResponderEliminarLa palabra más hermosa y recurrente, el auxilio, el puerto seguro.
EliminarUn abrazo.
Francisco, qué importante es la humildad...ello nos hace grande a todos, aunque no seamos conocidos. Tu constancia y profundidad con las letras te eleva literaria y espiritualmente por encima de nuestro mundo superficial y materialista...
ResponderEliminarMi abrazo y feliz domingo con los tuyos, amigo poeta.
No te da pena que rsté en los spams?
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