Un día seré memoria, huesos sin usos
que fueron sepultados, pavesas volátiles
e ingrávidas, cenizas en un ánfora
de barro o de vidrio, según la moda,
mas igualmente silente para siempre.
En uno u otro caso, habitaré el silencio
y el eco será un antojo postizo,
una partitura huérfana de signos
o un cuaderno inmaculado
que tanto se asemeja a la nada:
comienzo y final se unen tangencialmente.
Un día fui una ilusión materializada
y me pusieron el nombre del abuelo,
y mis padres me dieron sus apellidos,
y caminé por llanos, valles y oteros,
esos que me tocaron en suerte;
pero cuando llegue el silencio eterno
daré la verdadera dimensión de mi nada.
Y postrado permaneceré en silencio
por siempre, bajo la luz de visión eterna
que me pensó y dio vida desde la nada.
Conocemos el final, en él está la dimensión de la nada, lo dices extraordinariamente claro. Un poema para tenerlo siempre presente.
ResponderEliminarTe felicito