Un día seré memoria, huesos sin usos
que fueron sepultados, pavesas volátiles
e ingrávidas, cenizas en un ánfora
de barro o de vidrio, según la moda,
mas igualmente silente para siempre.
En uno u otro caso, habitaré el silencio
y el eco será un antojo postizo,
una partitura huérfana de signos
o un cuaderno inmaculado
que tanto se asemeja a la nada:
comienzo y final se unen tangencialmente.
Un día fui una ilusión materializada
y me pusieron el nombre del abuelo,
y mis padres me dieron sus apellidos,
y caminé por llanos, valles y oteros,
esos que me tocaron en suerte;
pero cuando llegue el silencio eterno
daré la verdadera dimensión de mi nada.
Y postrado permaneceré en silencio
por siempre, bajo la luz de visión eterna
que me pensó y dio vida desde la nada.
Conocemos el final, en él está la dimensión de la nada, lo dices extraordinariamente claro. Un poema para tenerlo siempre presente.
ResponderEliminarTe felicito
¡Cuánto honor, Francesc!
EliminarUn abrazo.
No quiero caer en la respuesta típica de "el honor es mío", pero debo rendirme y caer en lo que sea. El poema es magnífico.
EliminarUn abrazo
Un fuerte abrazo. Muy agradecido.
EliminarTodos seremos memoria, cuando llegue el momento. De nosotros. depende ahora, que esa memoria sea de buenos recuerdos.
ResponderEliminarUn abrazo.
Ya lo dijo el Maestro, Antonia: por sus obras los conoceréis.
EliminarUn abrazo.
Nos hablas del plano material, Francisco...Pero el plano espiritual es lo más importante, ojalá nos relataras la grandeza de llegar a la Casa del Padre...Ojalá.
ResponderEliminarMi abrazo siempre.