Yo fui un niño rural,
un jovencito apegado a lo
primario
que aprendió a vincular las
estaciones
con sus frutos y sus
cosechas;
a identificar los cercos de
la luna,
el transitar de las nubes,
su color, su densidad, sus
amenazas…
El abuelo, en su honda
sabiduría,
urdía la prescripción del
tiempo;
de él aprendí a seleccionar
semillas,
a tararear el cante de
trilla,
a llevar a abrevar a las
bestias,
a buscar los huevos en el
gallinero;
a cuidar del cierre y
abastecer
los comederos de maíz y
agua,
a identificar toda clase de
hierbas,
a barrer el corral y
estercolar
con los excrementos;
a sumar quebrados en la
escuela
y arrobas y fanegas en la
huerta,
a prepararme para la vida,
para una vida sencilla de
subsistencia.
Yo fui un niño rural,
ese sustrato que me queda
todavía.
Cómo me gustaría tener todos esos conocimientos!! Me temo que yo soy de ciudad y, por tanto,una analfabeta en muchos de esos temas.
ResponderEliminarAbrazo!
Llegar al conocimiento de las cosas es una noble aspiración, pero que cada día se nos hace más imposible. Creo que lo importante es no desdeñar ningún grado de conocimientos.
EliminarUn abrazo.
Hermoso tu poema, amigo Francisco. Se ve hasta el paisaje a través de tus versos, la generosidad, sencillez y necesidad de tu vida infantil. Dichosos recuerdos para un provinciano como yo.
ResponderEliminarMuchas gracias, Vicente. He querido destacar la mucha sabiduría que guarda el mundo rural, la tradición de las familia que sí saben sacar vida a la vida.
EliminarAbrazos.
Tener claras las raíces es importante. Eso te honra. Mucha gente experimenta a lo largo de su vida un movimiento que va de lo rural a lo urbano, siguiendo una lógica migratoria. Otros, en sentido contrario, nacimos en el corazón de una ciudad y nos fuimos alejando progresivamente de ella en una dinámica centrífuga, como si marcháramos al exilio: del centro urbano al barrio periférico de otra ciudad, de aquí,con los años, a un pueblo cercano y del pueblo cercano al lejano, al "más allá", pasado Móstoles.
ResponderEliminarUn abrazo, Paco.
Tenerlas claras y no renunciar a nada de nuestro archivo.
EliminarUn abrazo.
Sería bueno que la gente, especialmente los niños/as de hoy, no vivieran tan separados de ese mundo rural que detallas, hay niños que a cierta edad no han visto un animal de granja o no conocen como crece un tomate.
ResponderEliminarUn abrazo.
Y también que comprendieran los ciudadanos la importancia de lo sencillo, del aprendizaje humilde de ser de pueblo.
EliminarUn abrazo.
Tu poema me hizo recordar mi infancia, Francisco...También he estado cerca de la tierra, de la vid y el trigo. He disfrutado de las gallinas en casas familiares...Es hermoso recordar nuestra unidad y cercanía con la naturaleza, que nos ha permitido amarla y valorarla.
ResponderEliminarTe dejo mi abrazo y mi cariño.
M.Jesús
Celebro esta proximidad contigo, María Jesús, que lo es al tiempo con muchas otras personas. No es sólo un acercarse a la tierra, sino a lo sencillo y familiar, a lo humilde, a lo transmitido por los mayores...
EliminarUn gran abrazo.
La vida en el mundo rural deja grandes vivencias y experiencias que nunca se olvidan en la vida...es bueno que el niño de ciudad tenga conocimientos de esta vida y ya muchos de ellos se trasladan unos días en las vacaciones a las granjas-escuelas para tener un conocimiento directo y práctico del cuidado de los animales y del trabajo en un huerto.
ResponderEliminarBesos
Verdad. Es bueno que el niño de ciudad sea acercado al origen de la vida, aunque sea de forma artificiosa a una granja escuela. De este modo le costará menos trabajo entender algunas materias.
EliminarBesos.
En el campo y en la cocina, surgen los mejores poetas! Nada más sensibilizador que estar en el origen de lo que nutre.
ResponderEliminarUn bello abrazo!
En ese origen de las cosas cotidianas es donde el hombre se puede cargar de todo lo elemental desde lo que crear. Tienes razón, Sara.
EliminarBesos anisados.
Soy de ciudad, con un abuelo de campo.Cuando el abuelo venía a nuestra casa de la ciudad,me llenaba de curiosidad y de admiración,sus pocas palabras y toda la sabiduría que éstas contenían.
ResponderEliminarHace unos meses, la vida me ha traído a vivir en un pequeño pueblo de campo.la adaptación en tiempo de invierno,me costó, debido alas intensas nieblas espesas que se ponían día y noche y pasar un mes sin ver el sol.Al llegar la primavera y con el tiempo que llevo viviendo en un pueblo de campo,comprendo la sabiduría de mi abuelo y me encanto delante de los campos sembrados, los hombres con el tractor,la importancia del riego en plantas y campo y como tú lo dices la sencilllez dela gente,el silencio,la calma y el canto de los pájaros.Ya tengo una edad y muchas veces pienso que me hubiera gustado crecer en un pueblo de campo.Lo que antes me daba ascos, ahora lo saboreo,es el olor de los excrementos con lo que los hombres de campo adoban la tierra.Me ha llegado muy adentro tus palabras de "niño rural"Y no quiero extenderme más, pero no puedo dejar de decir la belleza de las amapolas,que en este tiempo adornan la serenidad del paisaje rural.Gracias por tus palabras sabias,una sabiduría que va más allá de los libros.
Tu comentario, Cristina, justifica y premia el esfuerzo que siempre comporta plasmar una idea en la concentración de un poema. Te agradezco mucho que te hayas acercado a comentarlo y me gustaría que lo guardes como un regalo a la memoria de tu abuelo; aunque está inspirado en el mío.
EliminarUn cordial abrazo.