Caen los cierres metálicos,
─con sus sonidos a herrumbre─
y el pretérito bullicioso
se hace desolación y
abandono,
silencio en el arqueo de
caja.
Se marchan los últimos
y quedan solos los
escaparates
con los reflejos de las
últimas miradas.
Es noche cerrada. Soledad y
silencio.
Un borracho zigzaguea su
perorata
seguido por el eco de sus
palabras.
Los tullidos y músicos
callejeros
han abandonado y un lotero
persistente
trata de colocar a la escasa
presencia
los cinco últimos para
mañana.
De nuevo el silencio y la
desolación
ante el brillo de los
escaparates:
no hay ojos para tanta
óptica
ni turistas para tanto
souvenir.
Un silbido de agua hecho ráfaga
rompe
el silencio y, tras él, una
barredora mecánica
va jaspeando el suelo hasta
el impoluto,
revistiendo el suelo de una
película
transparente donde se
trasluce
el sueño empecinado de la
noche.
Haces muy fácil imaginar ese momento, con tus versos. Se termina la jornada con esos cierres y empieza la jornada de los invisibles como el que zigzaguea, o el agua de la barredora o quien la conduce.
ResponderEliminarEl cuarteto de tu cierre es exquisito!
Un abrazo de anís.
Gracias, Sara. Aquí pasa de la media noche y estoy a la espera del sueño, muy gozoso por tu comentario.
EliminarAbrazos.
Quillo... ¿qué has hecho? ¿pagarle a la gente para que se quite de en medio y no te estropee la foto ni el poema?
ResponderEliminarTan sólo esperar a que sean pasadas las 9 de la noche, hora en el que la calle más comercial se queda muda y solitaria.
EliminarBesos.
Nocturno en Sierpes y día de invierno a las 6 de la tarde aqui en la ciudad donde estoy, lo has descrito de maravilla.
ResponderEliminarDesolación, abandono y no queda nadie en la calle, sólo hay vida normal de 8 de la mañana a 5 de la tarde, pero a las cuatro ya oscurece.
Me ha gustado el poema.
Un abrazo.
Ambar
En Sevilla tenemos más horas de luz, pero el centro comercial se queda solitario en cuanto cierra el comercio. Gracias por tus palabras, Ambar.
EliminarUn abrazo.
Ahora que lo dices, me viene a la memoria el sonido exacto del cierre -de tijera- del estanco de Sierpes 40. Cuántos recuerdos.
ResponderEliminarUn abrazo, Paco.
¿O era el 36? No recuerdo bien.
EliminarHas hecho de algo cotidiano una belleza de poema. Casi me parecía estar mirando lo que versas, sintiéndolo todo abocado a la noche.
ResponderEliminarBesos.
Me satisface que te haya gustado.
EliminarBesos.