A ese árbol espinoso,
ancestral y morisco,
la primavera lo viste
de grana
con botones que florecen
y viste el verde pálido y los aguijones
en dulce esperanza
con brotes que se ceban día a día.
Al final del verano, el fruto en sazón,
guarda en la carcasa
de aguerrido escudo,
como de piel de cabra,
una formación de dientes encarnados
—oasis oculto—
para saciar con cada incisivo
la recompensa de la vehemencia
de quien busca sin desfallecer.
Franqueada la dura piel,
en cada lóbulo,
guarnecido por un velo amargo
a modo de manto protector,
un apiñamiento de gránulo
jugosos y azucarados,
guardando eficazmente
como en celosías
la sorpresa más agradecida
al paladar que se deja sorprender.
En la memoria,
las manos rugosas y tercas
de mi abuela Ana
y la sufrida paciencia
de su amor deleitoso,
desgranando uno a uno,
apartando el verdor ácido
que no enturbie el resultado,
de un plato granulado
de carmesí incitación,
al que hacer frente
—desprovisto de lo acre—
el intenso sabor
tan aguerridamente guardado
como gustosamente apetecido.
Buenos días Francisco…vengo de ponerme en tu blog y lo estoy recorriendo…Muy cierto lo que escribes poéticamente sobre la Granada…y se ve tan apetitosa!... y tu abuela como tantas otras, quitándole también lo amargo y áspero de la vida, al caminar de sus nietos, como si fueran los aterciopelados gránulos de las Granadas…
ResponderEliminarMuy bonito
un abrazo desde Québec
Ganar un nuevo lector es un galardón muy estimable, pero que me sigas desde Québec, un milagro de esta tecnología tan usada por mí como desconocida. Espero que lo pases bien en sucesivas lecturas. Muchas gracias, Ceciely.
EliminarEn la casita de la montaña brotaron dos voluntariamente junto al terreno de los almendros,supongo que gracias a las abejas que picotearon de los otros que sí plantamos nosotros junto a la piscina y nos regalan verano tras verano esa jugosa y enrojecida fruta.
ResponderEliminarSin embargo,el sabor de los selváticos,como yo les llamo,es insuperable,mucho mejor que los plantados por nuestras manos y alimentados por ellas.
Bonita oda,sí señor.
Besos.
Este canto se debe más a mi pasado que al presente. Hoy no es un fruto muy apreciado por la dificultad para sacarle todo su sabor, por la mezcla agridulce al comerlo y por lo mucho que mancha las manos al desgranarlo. Como siempre, los frutos más sabrosos son los más silvestres, los menos manipulados.
EliminarGracias, Marinel, un beso.
La Granada de hoy, está hecha una porquería, 17 días sin recogida de basuras. Las otras granadas, muy ricas, tanto sola como en ensalada.
ResponderEliminarUn saludo
La huelga terminó la noche del sábado y ya está la plaza del Carmen limpia de basura. La plaza, que otra cosa es el Ayuntamiento...
EliminarEs normal que los granadinos hayáis pensado más en la ciudad que en el fruto, pero gracias a Dios ya va volviendo a todo su esplendor. ¿Se negociarán los conflictos laborales antes de tener que llegar a la fuerza de la huelga?
EliminarDe alguna forma, al hacer este canto al fruto, también estaba implícita la ciudad y sus ciudadanos.
Abrazos
Otra vez me devuelves a la infancia. Yo crecí y jugué entre granados en aquella huerta de mis abuelos. Bueno, en verdad había más que granados, ciruelos, nísperos, un nogal inmenso, un par de membrillos... ¡Ay, qué bueno coger la fruta directamente de los árboles!
ResponderEliminarRecuerdo que mi abuela nos hacía una "bota" con las granadas, le quitaba los pelillos y recortaba la corona, pinchaba varias veces en la coronilla de la fruta con un cuchillo y ¡hala, a estrujar y succionar el jugo!
Un abrazo Fco.
Tenemos, Elena, una infancia con bastantes puntos de coincidencia, así que no me extraña lo que me comentas. ¡Qué importantes son los aromas y los sabores de la infancia, pero qué importantísimos son los abuelos!
EliminarBesos
Mi primera infancia son recuerdos de un parque extremeño plagadito de granados, a donde cada tarde mi abuelo me llevaba de su mano y me contaba cuentos moriscos en los que la princesa siempre era salvada por un noble caballero...los granados a un lado del parque, las higueras al otro y los cuentos de mi abuelo que me acompañan siempre, sobre todo cuando veo granados en flor y tomo uno de sus frutos en mis manos...
ResponderEliminarMe traen aromas y recuerdos de esos que no quisiera perder jamás!!
Abrazos
Esos recuerdos, esos aromas, no se pierden nunca, Mascab, nunca. A mí me gustaría dejar en mis nietos ese sabor imperecedero que guardo de mis abuelos.
EliminarBesos
"Cual si de pronto se entreabriera el día/despidiendo una intensa llamarada/ por el acero fúlgido rasgada/ abrió su carne roja la sandía...(Lope de Rueda)
ResponderEliminarEn este caso, la granada, igual de fúlgida, igual de roja.
Un abrazo.
Gracias, Aurora por el parangón que haces con Lope de Tueda, ya sé que exagerado, pero muy satisfactorio.
EliminarUn abrazo.
El poema "La sandía" no es de Lope de Rueda, sino de Salvador Rueda.
Eliminarhttp://www.abc.es/hemeroteca/historico-02-07-2008/abc/Sociedad/la-sandia-(soneto-de-salvador-rueda)_1641976548353.html
Pues mire, no es uno de los frutos que como, pero lo ha hecho usted tan apetecible que no me voy a poder resistir ya a una granada!
ResponderEliminarFeliz comienzo de semana
Bisous
En la Corte, Madame, no faltarán los servidores que quieran agasajaron con este fruto tan delicado. Que los lo sirvan desgrados y así podréis disfrutarlo con cuchara de postre. Admite un par de variantes muy deleitosas: aderezados con una cucharadita de azúcar, para intensificar el dulzor, o mezclados los granos con otras frutas picadas en forma de ensalada. Otro caso más vulgar, algo que no será frecuente en vuestros palacios, es la mezcla los granos con migas. Como digo para paladares más pedestres.
EliminarBisous
Hola Paco, preciosa oda a la Granada. Muy bonita la foto.
ResponderEliminarA mí me encantan las granadas tanto solas como en ensaladas. O en zumo, solo que en zumo queda el sabor del final un tanto amargo. Aun así, está delicioso.
Saludos y besos
Gracias, Isa, por tu presencia continuada y la coincidencia en el gustos por el sabor de este fruto.
EliminarBesos
Precioso Paco, como todo lo que tu escribes.
ResponderEliminarTú sí que eres preciosa, y bonita y guapa...
EliminarBesos
Un gran homenaje a una fruta que sorprende por ese acabado como de alimento marciano. No hay otra cosa que se coma y se le parezca.
ResponderEliminarHoy has arrancado con una oda en plan nerudiano.
Un saludo.
Uno, Cayetano, es fruto también de las lecturas, y Neruda es para mí un poeta de guardia.
EliminarUn abrazo
Has descrito con maestría poética el fruto del granado de mi huerto. Un saludo desde mi mejana
ResponderEliminarEspero que las aguas del Ebro no se lleven los granados de tu huerto.
EliminarUn abrazo
Rica y sensual fruta, roja, sabrosa, con granos ocultos dentro de su caparazón. Es sinónimo de riqueza y belleza, da nombre a un ansiada ciudad del sur de España y aparece en escudos de armas. ¿Para cuándo un homenaje al plátano canario?
ResponderEliminarUn saludo
Primero enriqueces mis palabras a la granada y luego me invitas a seguir con otra fruta. No sé, no sé, Carmen. La apariencia del plátano con la sota de bastos... Todo se andará.
EliminarBesos
La granada es un fruto delicioso. El problema que tiene para servirla en restaurantes es la manipulación dificultosa para comerla.
ResponderEliminarMe gusta el homenaje que lehas rendido.
Un abrazo
Gracias, Antorelo. En restaurantes, aunque no es frecuente, lo he visto como guarnición de algunos platos de nueva cocina y en ensaladas.
EliminarUn abrazo
Dulce y apetitosa, una fruta que se muestra siempre irresistible para el más exigente paladar.
ResponderEliminarMuy apropiada tu oda, querido Francisco!
Esta vez me voy endulzada con tus letras.
Besos de mariposa.
Me hace feliz que lo hayas disfrutado. Muchas gracias.
EliminarBesos, Diana.
Me gustan las granadas, más por su visión que por su sabor. Son curiosas las celdas que cobijan el fruto, y sus granos son más hermosos que los rubíes.
ResponderEliminarLa has definido maravillosa y bellamante. Sinboliza muy bien que el alcanzr el fruto requiere paciencia y cuidado, tal como se alcanzan las cosas que anhelamos.
Un abrazo.
Imagino que en tu tierra no será un árbol común (no lo he visto por allí) y estás menos familiarizada con el fruto. En mi infancia lo había en casa y eran tiempos en los que no se compraban postres, sino que se comía de lo que había: uvas, granadas, naranjas, ciruelas, peras de San Juan, brevas, duraznos, higos, y de nuevo uvas y el ciclo completo.
ResponderEliminarUn fuerte abrazo, Chela.