Fue al campo y encontró un árbol
enorme cruzado en el camino. Estaba arrancado de raíz como si lo hubiera removido
una fuerza telúrica; tenía las raíces al descubierto y parte de las ramas
colgaban por el terraplén. Lo rodeó como pudo para seguir su camino, pero antes
de avanzar se quedó meditando sobre el poder de la naturaleza cuando ésta se encrespa
y en las posibles aplicaciones y frutos de aquel árbol abatido.
Si yo fuera carbonero, lo trazaría
y haría una montaña de carbón; pero qué sentido tiene, si no soy carbonero ni
ahora la gente lo usa. Se quedó asombrado del número de raíces y de la magnitud
de las mismas. Si tuviera un poco de habilidad con la navaja —se dijo—, de
estas raíces podría hacer numerosas pipas y regalar a mis amigos, pero ni sé
hacerlo, ni está de moda fumar, sino todo lo contrario. Las ramas eran muy
caprichosas y presentaban figuras a las que apenas había que añadir nada para
elaborar elementos decorativos, mas tampoco estaba dotado para ello; entonces
se fijó en un trozo de rama recta y sin nudos y pensó en lo fácil que sería
hacer un instrumento de viento, aunque tampoco se sentía dotado para la música.
De repente vio con claridad que lo más adecuado era llevarlo a una aserradora,
sacar numerosas tablas de su tronco y que acabara siendo un mueble; tampoco se
sentía capaz de realizarlo, pero le agradó la idea de haberle encontrado la
utilidad más práctica.
Llegó a casa cansado de la
caminata, había caído la noche y tenía el propósito firme de ir al día
siguiente de nuevo al monte y transportarlo al aserradero. Cenó frugalmente y
se puso a leer un poco antes de marcharse a la cama. En sus manos “Vida
y obra de Michelangelo Buonarroti”, la biografía del genio del Renacimiento
que acabaría iluminándole. A pesar del cansancio, no pudo dormir en toda la
noche dándole vueltas en la cabeza a las palabras de Miguel Ángel: él también
estaba convencido que en el tronco de aquel árbol, en el de cada árbol, existía
un alma, una obra escultórica latente, que tenía que tratar de recuperar. Años
más tarde, ya anciano, seguí presidiendo aquel tronco el rincón más noble de su
casa, donde continuaba convencido que latía el alma de la figura que él no se
había atrevido a esculpir.
Cuántas almas habrán quedado atrapadas en los materiales porque el artista no tuvo valor. Y cuántos artistas no llegarían a nacer por esa misma falta de valor... algo que no puede achacarse a nuestra inefable Cecilia!
ResponderEliminarBuenas noches, monsieur
Bisous
Es cierto, Madame. En cada piedra, en cada tronco, en cada pegote de barro, en cada folio en blanco hay un alma que pide la vida.
EliminarMuy agradecido, Madame.
Bisous
Jo, Paco... qué bonito. Tú sí que has sabido captar la utilidad de ese árbol caído: ha sido la inspiración de una relato de esta índole. Felices Reyes desde mi mejana
ResponderEliminarGracias, Felipe. Yo también he quedado satisfecho con el resultado.
EliminarUn abrazo
Todo lo que existe primero ha sido imaginado. Tal vez no tenía talento para esculpir, pero a nuestra manera todos tenemos talento para crear algo, aunque no lleguemos a la talle de los grandes ni por asomo.
ResponderEliminarLo has narrado bellamente y sugiere unas imágenes para disfrutar.
Bss
Todo nace en el pensamiento; luego viene la técnica, la inspiración, los materiales, pero todo nace en la mente.
EliminarMuchas gracias, Katy.
Besos
Escultor conceptual, de ideas. Cómo esculpir una idea ?
ResponderEliminarSaludos.
Esculpir, tallar, modelar, dibujar, pintar, escribir... todos son actos creativos y casi sinónimos de una misma cosa.
EliminarUn abrazo
Bueno, pues ideas tuvo muchas pero al final lo único que logró fue llevarse el tronco del árbol a casa, al menos no lo despreció.
ResponderEliminarBuen fin de semana.
Desde luego hizo algo válido; tal vez alguien podría haber tallado más tarde ese alma encerrada que el protagonista no se atrevió a descubrir.
EliminarUn abrazo
Hola Francisco.
ResponderEliminarMil gracias por tu huella.
Buen relato nos regalas.
Da que pensar en como crear arte.
El hombre y la naturaleza son únicos
y cada uno tiene un alma especial.
Feliz año nuevo 2013.
Un abrazo fraternal de MA.
Gracias, MA, por tu asistencia, por pasar y dejar constancia de ello.
EliminarBesos
Lo primero Francisco, aprovecho para felicitarte estas fiestas y que los Reyes Magos dejen en tu hogar todos aquellos sentimientos que te hagan feliz.
ResponderEliminarLo segundo Francisco, decirte que los árboles arrancados de cuajo me dan un montón de pena, y no puedo pensar cuando veo una imagen como la que has mostrado acompañando a tus letras.
Lo tercero....excelente forma de contar esta historia.
Un beso agradecido por continuar en mi espacio, y espero leerte todo lo que pueda en el 2013.
Abrazos.
Ese árbol arrancado de cuajo es una víctima dejada por un huracán, algo que tampoco me gusta. Lo confieso, Laura, lo que más me ha gustado es el tercer párrafo. Muchas gracias.
EliminarBesos
El tronco de un árbol aunque sea seco, ya es de por sí una obra de arte de la Naturaleza.
ResponderEliminarTienes mucha razón, la Naturaleza es un arte complejo en sí misma.
EliminarUn abrazo
Hola Paco, muy bonito el relato. Todos podemos hacer todo lo que nos propongamos, pero somos cobardes al qué dirán si no sale del agrado de los demás. Por eso es mejor al menos intentarlo que seguro algo haremos y alguien lo podrá usar.Por pequeños artistas que seamos escribiendo, pintando, cincelando, o imaginando, tiene mucho valor, tanto como el gran artista que antes de llegar a ser grande, pasó por ser sencillo.
ResponderEliminarSaludos y besos para ti y tu esposa
Gracias, Isa. Todos tenemos potencialidades, pero pocos lo desarrollan.
EliminarBesos
ResponderEliminarEste no es un verso, este es mi pensamiento y sé lo hago saber a la brisa de la mañana para que te comunique entre las bambalinas de la emoción…
Que pases un buen fin de semana, el primero de este nuevo año que se abre ante nosotros con muchas ilusiones y esperanzas puestas en el futuro...
En tus manos dejo un ramo de madreselvas recién cortadas, para que su fragancia acaricie el crepúsculo de los sentimientos.
Un abrazo breve
pero con afecto.
Atte.
María Del Carmen
Muchas gracias, María del Carmen. Guardaré ese ramo como un tesoro de tus manos.
EliminarBesos
A veces se tienen muchas ideas pero no la habilidad necesaria para llevarlas a cabo. Un trabajo en equipo resuelve muy bien este tipo de situaciones, cada uno aporta la habilidad para lo que está dotado y al final nos encontramos con una gran obra.
ResponderEliminarUn abrazo.
http://ventanadefoto.blogspot.com.es/
Muy buena aportación: el trabajo en equipo resuelve un montón de situaciones que de forma individual nos resultan imposibles.
EliminarUn abrazo.
Tu relato es magnifico y nos muestra la imaginación que podemos tener algunas veces, solo es cuestión de desarrollarla.
ResponderEliminarUn abrazo
Magnífica es tu generosidad, Rafaela. Muchas gracias.
EliminarUn abrazo.
Tú sí que has sabido sacarle el alma a ese árbol caído esn este bello texto.
ResponderEliminarUn abrazo Fco.
Gracias, Elena, porque siempre miras muy bien lo que hago.
EliminarBesos
Es realmente como lo expresas, en la plaza hay un tronco caído al que quitaron raíces y ramas que ha quedado para que los niños suban y bajen por él. Siento lo mismo al verlo, muy bella tu reflexión. Saludos (como verás después de 10 días se restableció Internet)
ResponderEliminarTe agradezco que me dediques tu tiempo, Rosa María.
EliminarBesos